Apenas me acerco a saborear tus labios,
se abren paso tus manos entre mis pechos francos,
burlo la aduana de tu boca con mi lengua
y no opones resistencia.
Ya no hay tuyo y mío, somos uno, aunque no quieras.
Cancelo mi voluntad y te la entrego,
no soy dueña ni del vaivén de mis caderas
no respondo a una sola idea, no pienso; sólo juego.
Recibo tus caprichos como órdenes supremas,
no cuestiono, solo bailo para ti.
Todo fluye, eso creo, eso quiero que tú creas,
que no abras los ojos mientras te apoderas de mí,
que no se acabe el encanto de este diálogo sin voces,
el único posible entre nosotros desde siempre.
Lo había negado hasta ahora, pero lo debo confirmar:
Sólo contigo soy esta balsa sin timón,
este mar bravío y tierno,
esta explosión de luz y amor.
Vivo en ti, mueres en mí y soy feliz por ese instante.
Todo lo demás lo ahogo en llanto, todo:
Tu deseo fugitivo, la distancia real y tu cercanía aparente;
mi dolor por esa mirada que no me pertenece
y reposa sobre una piel que no es la mía.
Libertad América